Lamentablemente hemos asistido a una debacle progresiva de los sistemas de participación ciudadana, el excesivo paternalismo de la institucionalidad y la brecha existente entre los intereses concretos de la gente y la decisiones políticas han ido generando una ruptura progresiva de los antiguos paradigmas donde por todos los medios el individualismo parece erigirse como el bastión más descriptivo de los últimos años.
Hoy debemos redefinirnos como sociedad, como comunidad, como barrios, vecindarios y colegios, donde el gestar ciudadanía sea el hilo conductor para promover una nueva generación más inclusiva, democrática, participativa, tolerante y empática con los conflictos modernos y con quienes se ven afectados por ellos. La convicción de preservar nuestro medioambiente como un espacio que va de la mano con nuestra historia debe entenderse en la medida que reconozcamos que tanto lo que hacemos como lo que dejamos de hacer en este momento puede alterar ostensiblemente el equilibrio de nuestra madre tierra.
Hoy los grandes depredadores son las transnacionales que ven en los recursos naturales su principal fuente de ingresos. Son empresas con nombre, funcionarios específicos que han establecido en los países del mundo a través del lobby y la influencia económica poderosas redes que no velan por la ciudadanía, sino por sus mezquinos intereses. Es hora de denunciar, de participar y exigir que las autoridades comprendan que el espíritu de la política (el que al parecer perdió su rumbo) es generar redes participativas, no excluyentes, donde las minorías tengan su legítmo espacio y no sean intencionalmente arrasadas por las promesas de desarrollo que continuamente avasallan nuestra pequeña humanidad....
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